Los antiguos egipcios adoraban a un extenso panteón de dioses, cada uno de los cuales dominaba diferentes aspectos de la vida cotidiana. Sin embargo, los tiempos están cambiando y el pueblo ha comenzado a adorar a un número cada vez menor de deidades, fusionando incluso a diferentes dioses y concentrando su admiración en sólo unos pocos. Paso a paso, se dirigen a una sociedad monoteísta y los pocos dioses que quedan, conscientes de que es un proceso irreversible, han iniciado una guerra para convertirse en el único ser divino al que los egipcios rindan culto. Uno será adorado. Los demás serán olvidados.
Esta es la premisa de Ankh: Dioses de Egipto, el juego que completa la trilogía que Eric M. Lang y su equipo de Cool Mini or Not iniciaron con el ya mítico Blood Rage y sus vikingos, que continuó en el Japón feudal con Rising Sun y que ahora culmina en tierras egipcias pero que comparte con sus antecesores conceptos como la mitología y la decadencia de una civilización antaño gloriosa.
En Ankh, los jugadores asumirán el papel de uno de esos dioses del Antiguo Egipto y competirán entre sí por acumular el mayor número de seguidores. Para ello, tendrán que dedicar monumentos a su adoración y reclutar grandes monstruos de la tradición egipcia para mostrar su poder, dividiendo el desierto con rutas comerciales de caravanas de camellos y luchando entre sí por el amor de su gente.